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Saturday, August 22, 2015

¡MENUDA CONFERENCIA! (No he entendido ni jota...)


Por Virginia Skrobisch, Intérprete de conferencia y coach, y Edwina Mumbrú, 
Intérprete de conferencia AIB

El público está expectante. Todo, desde el panel de eminentes oradores hasta las paredes cubiertas de carteles, pasando por los magníficos ramos de flores y las arregladísimas azafatas, deja presagiar que el evento no podrá ser más que un éxito. Por fin se abre la reunión.

Pero... ¿qué ocurre? ¿Cómo puede ser que de la boca del ganador del premio Nobel salga tal galimatías? Algunos asistentes aplauden a rabiar mientras que otros parecen estar totalmente desconcertados. A medida que la gente empieza a darse cuenta de que la sarta de incoherencias que les llegan a sus oídos por medio de los auriculares no son precisamente un fiel reflejo de las palabras del ilustre orador, las miradas se vuelven hacia el fondo de la sala donde un intérprete prosigue su labor impertérrito, elaborando su propia versión del discurso del eminente orador.

¿Cómo puede haber fracasado la reunión cuando la organización ha sido prácticamente perfecta? Esta pesadilla, lamentablemente demasiado frecuente en la práctica, pone de manifiesto que la baja calidad de la interpretación puede tergiversar por completo las actas de la reunión y mancillar de paso la reputación del organizador. Indirectamente, también sufre la imagen del país anfitrión y se resiente el prestigio de los oradores invitados, pero quienes de verdad salen perdiendo son los participantes de la conferencia.

Sin embargo, las reuniones internacionales son una realidad. Con la globalización, los negocios se hacen a escala mundial y, si bien el inglés se ha convertido de facto en la lingua franca, dando lugar, como es sabido, a una lengua universal que no es más que un mal inglés, las dotes lingüísticas de la gente pueden no estar siempre a la altura de determinadas circunstancias, tales como una reunión internacional, en las que es imprescindible entender todos los matices.

En esas circunstancias, es necesario un denominador común, una fuerza igualadora por la que los menos dotados puedan participar en pie de igualdad con los delegados más versados en idiomas. Cumpliendo una función de intermediario, un buen intérprete de conferencias capta y refleja los matices esenciales y permite una comprensión inmediata y una excelente comunicación, infalible prueba del éxito de una reunión.

¿En qué se diferencian un buen intérprete de conferencias del común de los políglotas? Quienes se desenvuelven en un idioma extranjero son la admiración de quienes se las ven y se las desean para pedir una cerveza y unas aceitunas en un país extranjero, pero no basta con hablar más de un idioma para interpretar. Hacen falta otras aptitudes para poder escuchar un idioma y hablar simultáneamente en otro. (Olvídese pues de poner a interpretar en el consejo de administración de su empresa a  aquel sobrino suyo que ha estudiado idiomas en el extranjero un par de años.)

La función del intérprete de conferencias consiste en oír y entender lo que está diciendo el orador, analizar esa información y transmitírsela al público en otro idioma. El secreto está en evitar una traducción literal sin dejar de transmitir el fondo del discurso, cosa que cobra especial importancia ante un orador poco claro o desorganizado. Para desentrañar el fondo de un discurso pronunciado a toda velocidad o sin orden ni concierto, el intérprete debe separar el trigo de la paja, buscar, entre la vorágine verbosa, la esencia de lo que el orador quiere decir y, a menudo, hacerlo muy rápidamente. Así, el estrés con el que se relaciona esta profesión se debe al elevado nivel de concentración necesario para poder hacer el trabajo.

Además de saber interpretar, el intérprete experimentado conoce las expresiones idiomáticas y coloquiales de todos sus idiomas de trabajo, así como la cultura de los países en los que se hablan. Las expresiones con el mismo significado son a veces muy distintas en cada idioma. Si se tradujera literalmente “God helps those who help themselves” (“Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos”) el público probablemente lo entendería, pero sería mucho más auténtico y contundente decir “A Dios rogando y con el mazo dando”. Sin embargo, una traducción literal del proverbio “a stitch in time saves nine” (“un punto a tiempo salva a nueve”) sin duda dejaría perplejo al público, mientras que “más vale prevenir que curar”, se entendería inmediatamente.

La terminología técnica constituye otra trampa. Los intérpretes de conferencias verdaderamente profesionales dedican muchas horas a familiarizarse con el tema y la terminología de las conferencias en las que trabajan, en las que se tratan los asuntos más variados, desde la extrusión del aluminio hasta la seguridad ferroviaria, pasando por toda la gama de temas médicos. Como en cualquier otra profesión, la experiencia no pasa inadvertida. Curiosamente, las entidades serias que hacen lo imposible por contratar a asesores externos con currículums vitae deslumbrantes no dudan en buscar una ganga cuando se trata de los intérpretes que deberán reflejar fielmente información de la que depende la imagen de la entidad en cuestión. Esa falta de preocupación por la calidad puede dar resultados desastrosos. Un ejemplo ilustrativo fue una prestigiosa reunión internacional sobre inseminación artificial en la que un intérprete desaprensivo tradujo “semen congelado” (“frozen semen”) por “marineros congelados” (“frozen seamen”).

Al igual que en las demás profesiones hay un proceso de aprendizaje, pero contratar a intérpretes bisoños que adquieren experiencia a costa del cliente puede costar caro. Cuando el tema de la conferencia es relativamente sencillo, un intérprete mediocre puede hacer un trabajo aceptable pero un buen intérprete profesional transmitirá de forma más clara y matizada las ideas de lo que podría hacerlo un intérprete con menos experiencia. Incluso cuando se trata de temas que en apariencia no son técnicos un intérprete malo puede meter la pata (como en el caso del que se refirió a “la Señorita van der Rohe” cuando se hablaba del arquitecto Mies van der Rohe) poniendo en evidencia su falta de cultura general que es algo que a ningún buen intérprete le debe faltar.

Si la interpretación es el canal indispensable para que el público pueda seguir la reunión y participar activamente en ella ¿por qué los organizadores intentan ahorrar hasta la última peseta cuando se trata de contratar a los profesionales de los que depende una comunicación fluida y la transmisión precisa del contenido de un discurso? Las cifras son sorprendentes. Según fuentes del sector* una cena de gala organizada para los cuatrocientos delegados de una conferencia tendría un coste de 32.000 Euros. Sólo la factura de las flores ascendería a 2.700 Euros. Sin olvidar el café matutino con bollos que, a un precio de 12 Euros por persona, alcanzaría la cantidad desorbitada de 4.800 Euros, es decir cinco veces más de lo que costaría contratar a dos intérpretes de conferencias profesionales un día entero.

Visto así, el coste de la interpretación representa un porcentaje desdeñable del gasto total. Sin embargo, aunque parezca mentira, esos mismos organizadores que se angustian para decidir el menú y se afanan cuidando hasta el último detalle de la reunión son los mismos que a menudo descuidan la elección de los intérpretes profesionales que son un elemento imprescindible para la buena marcha de la reunión.

Por un lado, el quererse ahorrar el coste de profesionales de primer orden refleja una falta general de conocimiento del trabajo que hace el intérprete. La formación de interpretación, ya sea formal (licenciaturas y postgrados, formación patrocinada por la UE) o informal (investigación de los temas que se tratarán en las reuniones) es un largo proceso que distingue a los auténticos profesionales de un submundo de aficionados que carecen de la técnica y la dedicación necesarias para la adquisición de una sólida experiencia. Los organizadores que se echan las manos a la cabeza horrorizados por el coste de la interpretación, no deberían perder de vista que, antes de la conferencia, el intérprete le dedicará varios días no remunerados a repasar viejos apuntes, sumergirse en documentos, e investigar el tema y familiarizarse con él y la terminología de la conferencia para poder transmitirles clara y precisamente lo que oiga nada menos que a expertos del campo de que se trate.

En general las organizaciones internacionales son conscientes de los peligros de la mala interpretación y optan sólo por profesionales experimentados. La ONU, el FMI, la Organización Mundial del Comercio y las instituciones de la UE (Comisión, Parlamento y Consejo Europeo), entre otras muchas, buscan a sus intérpretes, funcionarios o freelance, esencialmente en la cantera de la AIIC, la Asociación Internacional de Intérpretes de Conferencias con sede en Ginebra, que reúne a 3.000 miembros en el mundo, de los cuales más de ochenta en España. Como para entrar en la AIIC, asociación que no sólo promueve la calidad de la interpretación sino también las condiciones que permitan alcanzarla, es necesario que la combinación lingüística de cada candidato reciba el aval de sus miembros, el listón de la asociación es alto, garantía de calidad ésta que se ve reforzada por el número mínimo de días de trabajo que se les exige a los candidatos a la AIIC.