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Tuesday, February 23, 2016

INTÉRPRETES EN ZONAS DE CONFLICTO ENTREVISTA A EDUARDO KAHANE



Seguramente muchos habréis firmado ya esta petición y si todavía no lo habéis hecho, ¡firmad por favor!


 https://www.change.org/p/urge-the-un-to-protect-translators-and-interpreters-worldwide
https://www.change.org/p/urge-the-un-to-protect-translators-and-interpreters-worldwide


Se trata de un tema urgente. Miles de intérpretes en zonas de conflicto arriesgan su vida mientras realizan su trabajo. Muchos son secuestrados, torturados y decapitados acusados de traidores. Se les acusa de espías, se ataca a sus familias y se les deja abandonados a su suerte una vez que sus “clientes”, fundamentalmente fuerzas armadas pero también periodistas, ONGs y tribunales ya no les necesitan. Es crucial que cuenten con la misma protección que otros colectivos pero también que se les preste formación, apoyo psicológico y reconocimiento a su importantísima labor.
El documental del periodista británico Ben Anderson “The Interpreters” me ha conmocionado y encarezco a todos mis colegas intérpretes a que le dediquen los 30 minutos que dura.

Sin embargo el problema es mucho más amplio y no se reduce a los intérpretes afganos que trabajan para el ejército de Estados Unidos.



El caso de Ataollah Taefic Alili, asesinado junto con dos miembros de la Guardia Civil en un atentado en Afganistán mientras trabajaba para el Ejército español, el de Adjmal Naqshbandi quien, después de la liberación del periodista Mastogiacomo para el que trabajaba, fue asesinado en cautividad, o el más reciente de Fazel Dijilane, herido por una bomba mientras estaba al servicio del Ejército Británico y confinado ahora, tras poder escapar, a la “Jungla” de Calais son sólo tres ejemplos entre miles de casos desgarradores e injustos.

Este mes he tenido el privilegio de charlar con Eduardo Kahane, cofundador del grupo de AIIC en la materia, cuyos artículos sobre Intérpretes en zonas de conflictos y los límites de la neutralidad introdujeron, en 2007, este crucial debate.

P. En tus primeros artículos ya contabas que ibas guardando recortes de periódicos sobre intérpretes muertos en actos de servicio y que ya llenaban una caja de zapatos. Casi no me atrevo a preguntarte cuantas cajas llevamos a principios de este 2016.
R.  La referencia a la caja era más que una imagen y más que una metáfora de la impotencia. Hay muchos damnificados, muertos, familias enteras afectadas de las que nadie se hace eco. Hay instituciones que no tienen ningún interés en divulgar las cifras por la cuenta que les trae y el resto de las organizaciones voluntarias como AIIC, Red T o la FIT no tienen la capacidad física de hacer un seguimiento de toda la prensa y de todos los comunicados. Es execrable que se les utilice como material desechable, personas de usar y tirar.    
P. ¿Qué iniciativas se han tomado para alertar y cambiar la situación?




R. A raíz de los artículos que mencionas de 2007, AIIC aprobó en su Asamblea de Niza la Resolución sobre intérpretes en zonas de conflicto y poco después conseguimos la Declaración del Consejo de Europa, en 2010, instando a extender la protección a los intérpretes en zonas de guerra en los mismos términos en que se protege al CICR. Se trata del primer documento internacional que reconoce la falta de estatuto jurídico que sufren los intérpretes. Ahora estamos muy pendientes de la petición cursada a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Hemos llegado a unas 35.000 firmas y necesitamos 15.000 más.

P. ¿No es un poco tarde? Este problema ya lo empezamos a ver en la guerra de los Balcanes…recuerdo el caso de un intérprete bosnio que trabajaba para los cascos azules holandeses 
en Srebrenica. Hasan Nuhanovic tuvo que interpretar la entrega de su propia familia a los militares serbios quienes días después la asesinaron.
R.  Sí, se ha reaccionado tarde. Es tarde para la historia de la humanidad, llevamos dos milenios de retraso…con la vieja historia de matar al mensajero. Es la historia de la Malinche. Yo reaccioné con indignación ante el caso del corresponsal italiano que mencionas. Tras ser liberado, los periodistas italianos salieron a la calle defendiendo al intérprete mientras nosotros no hacíamos nada. Escribí con las tripas. AIIC respondió positivamente y afortunadamente estamos dando pasos importantes. Desde luego hay que hacer mucho más.
P. La mayoría de los intérpretes en zonas de guerra no son intérpretes profesionales y carecen de formación…
R. Efectivamente y, por ello, en 2012 publicamos con RED T y FIT una Guía Práctica para Intérpretes en Zonas de Conflicto que se ha traducido a 12 lenguas y donde de forma muy sucinta se mencionan los derechos y responsabilidades del intérprete y de quién lo contrata. Hay muchos aspectos que no cubre, pero tienen la enorme virtud de existir.
También está el Instituto Virtual INZONE de la Universidad de Ginebra que ofrece módulos de lo que ahora se llama también “Interpretación Humanitaria”. El Instituto, sin perseguir objetivos políticos ni sociales, realiza una labor positiva y necesaria.
P. ¿Qué relación tiene AIIC con Red T?
R. Red T es una ONG cuya misión exclusiva es proteger a los traductores e intérpretes en situaciones de alto riesgo y su labor es encomiable. Nos une su misión y varias iniciativas conjuntas como la Guía Práctica, el Open Letter Project, conferencias y debates sobre el tema. Este es el gran valor de la sociedad civil que, gracias a internet, puede movilizarse con más eficacia.
P. ¿Cómo podemos apoyar psicológicamente a estos intérpretes que tienen que presenciar tantas atrocidades y aprender a distanciarse de tanto dolor?
R. Nada puede protegernos de las atrocidades de la guerra. Tampoco a los intérpretes. Qué ayuda psicológica podríamos ofrecer cuando no somos capaces siquiera de garantizar su integridad, ni la de sus familias. Y sólo el tiempo nos distancia del dolor. El trauma de los actuales intérpretes en zonas de guerra es comparable al de los intérpretes en los juicios de Núremberg, dónde más de uno tuvo que poner voz neutral a los verdugos de sus seres queridos. Y estas heridas no se restañan con paños calientes.

El mejor apoyo que podemos dar es conseguir ya un instrumento público internacional que los reconozca y proteja. La petición al Secretario General de las NNUU sería un paso práctico consecuente y está al alcance de todos. Basta suscribirla.