Intérprete de conferencia AIB
Esa
frase, compartida en las redes sociales por muchos de mis amigos amantes de los
tiburones, me ha hecho pensar en el inicio del curso en la Facultad de
Traducción e Interpretación de la UAB, en la que algunos de los socios de AIB
contribuimos a la formación de los jóvenes intérpretes.
Los
estudiantes de la asignatura de Iniciación a la Interpretación de Conferencias entran el primer día de clase al aula de
interpretación con ilusión, con ganas de estrenarse en las cabinas de
interpretación y, algunos de ellos, con mucho miedo.
Miedo
a lo desconocido, a no estar a la altura, y es que el aula grande de
interpretación con sus 24 cabinas en tres plantas impone y los profesores de
interpretación, intérpretes profesionales a su vez, también.
¿Y
qué mejor para ahuyentar el miedo que disiparlo con conocimiento?
Cuando
sabes que los tiburones no te van a atacar porque nunca van a confundir a un
buceador con comida (el neopreno les debe de oler fatal) te sumerges en aguas
infestadas de tiburones a disfrutar del espectáculo.
Pero
no sin haber aprendido antes todo lo que hay que aprender en un buen curso de
submarinismo.
Pues
bien, en la interpretación de conferencias sucede algo parecido. Para entrar en una cabina de
interpretación simultánea o enfrentarte a una jornada de consecutiva sin que te
tiemble la voz, hay que pasar por un sinfín de horas de formación.
Y en
ese primer curso de interpretación empezamos por todo aquello que permitirá que
los estudiantes que lo deseen se pongan manos a la obra y afinen bien los oídos
en su formación especializada de intérpretes de conferencia. Entrenamos los
diferentes esfuerzos de la interpretación consecutiva.
La escucha
Todos
sabemos oír, claro, pero ¿escuchar? Hoy en día estamos cada vez más habituados
a procesar la información que recibimos por otro sentido, el de la vista. Hay que entrenar el del oído para
escuchar con mucha concentración.
El análisis
Analizar
lo que dice otra persona, desgranar el grano de la paja y averiguar cuál es la
intención de nuestro orador a partir de su realidad cultural y profesional
requiere un entrenamiento largo y minucioso.
La memoria
Esa
gran desconocida por descubrir.
Muchos estudiantes se acercan al final de esa primera clase muy serios a
decir que ellos no tienen memoria, que no van a poder. ¡Y vaya si pueden! Todo es cuestión de
confiar en nuestras capacidades.
Tenemos una memoria a corto, medio y largo plazo prodigiosa, cada una en
lo suyo. Ahí están, esperando que
descubramos todo su potencial.
La toma de notas
Una
técnica que ayudará a dominar mejor los esfuerzos anteriores. Pero eso, una
técnica de apoyo, ni más ni menos.
La producción de un discurso
Aquí
ya entra en juego el pánico escénico.
Hay que hablar en público y eso da miedo de verdad, igual que los
tiburones cuando no sabemos que no nos van a atacar. Pero si hemos logrado que los
estudiantes entiendan que pueden escuchar, analizar, recordar y que no se los
va a comer nadie, llegarán al final del semestre con unas competencias que les
permitirán decidir si han descubierto una profesión a la que dedicar mucho
esfuerzo y mucha ilusión.
Sea
como fuere, la formación en interpretación de conferencias nunca va a caer en
saco roto. Lo que uno aprende no
sirve sólo para interpretar en una cabina. Las destrezas de un intérprete tienen una gran utilidad en
muchos ámbitos profesionales.
Ahora
bien, enfrentarse a un orador que habla rápido, con acento, leyendo un texto
que el intérprete no tiene en la cabina, eso sí que da miedo, incluso al más
avezado. A mí me da más miedo que
los tiburones, desde luego.
Por
eso hay que entender el oficio, aprender a ser intérprete
y formarse con el máximo rigor.