Por Maria Pearce, AIB
Los lectores habituales de este blog ya han podido ver distintos aspectos de nuestra profesión, los viajes, las anécdotas, las condiciones de trabajo, la preparación, el cuidado de la voz, pero también es importante dedicarle unas líneas a cómo hacer frente a este ritmo de vida, en ocasiones trepidante, para vivir con salud y no sucumbir al estrés.
Como en muchas otras profesiones estresantes, y la nuestra no es ninguna excepción, es importante mantener una buena higiene alimentaria, física y mental para que nuestro amor por la profesión no acabe con nuestra salud. De todos es conocida la famosa frase Mens sana in corpore sano, aunque en sus orígenes en realidad nada tuviera que ver con el deporte…
Ya en mis tiempos de estudiante de máster, recuerdo a una profesora que nos recomendaba hacer deporte, ejercicios de respiración para controlar los nervios y visualizaciones para autoconvencernos de que sería posible aprobar el examen final. A todos nos pareció, a priori, una idea un tanto peregrina, porque al fin y al cabo ¿no sería mejor invertir el poco tiempo que nos quedaba en practicar la consecutiva hasta la saciedad? Pero una sesión práctica hizo que algunos de nosotros nos planteáramos que quizás, en vez de empecinarnos en estudiar y practicar hasta caer extenuados, tan importante o más era controlar los nervios y tener una actitud positiva para sacar lo mejor de nosotros el temible día del examen, ante un tribunal de 12 profesionales, muchos de ellos desconocidos, en una solemne sala con sillas talladas y tapicería de rojo terciopelo, presidida por lo que a mí se me antojaba un Cristo inquisidor e inclemente.
Decidí que ya había trabajado todo lo que tenía que trabajar e intenté centrarme en controlar los nervios y a mí, por lo menos, me dio buen resultado. Pero el pasar nervios y tener que gestionar el estrés no acabó con ese examen final, sino que no hacía más que empezar: el programa de inserción para jóvenes intérpretes en Bruselas, el examen de freelance, el primer trabajo en el mercado privado, la primera vez que trabajaba hacia el inglés, la primera consecutiva sobre un escenario, el primer congreso de finanzas… un sinfín de situaciones estresantes, y cada una parecía peor que la anterior. Con los años te das cuenta que siempre vas a tener que hacer frente a la incertidumbre de una nueva interpretación, un nuevo cliente, un nuevo tema, un nuevo compañero de cabina, etc. y aunque la experiencia indudablemente te va dando tablas, van apareciendo otras innumerables fuentes de estrés en tu vida.
Al igual que le ocurre a muchos otros profesionales autónomos, te llegan clientes solicitando presupuestos urgentes con peticiones imposibles, intérpretes que te reclaman documentos que no llegan, tienes que organizarte los viajes, lidiar con Hacienda, y todo ello sin olvidarnos de la familia. Al final, no queda más remedio que encontrar maneras de no sucumbir a la locura y acabar histérica, malhumorada y contracturada.
Ya en mis tiempos de estudiante de máster, recuerdo a una profesora que nos recomendaba hacer deporte, ejercicios de respiración para controlar los nervios y visualizaciones para autoconvencernos de que sería posible aprobar el examen final. A todos nos pareció, a priori, una idea un tanto peregrina, porque al fin y al cabo ¿no sería mejor invertir el poco tiempo que nos quedaba en practicar la consecutiva hasta la saciedad? Pero una sesión práctica hizo que algunos de nosotros nos planteáramos que quizás, en vez de empecinarnos en estudiar y practicar hasta caer extenuados, tan importante o más era controlar los nervios y tener una actitud positiva para sacar lo mejor de nosotros el temible día del examen, ante un tribunal de 12 profesionales, muchos de ellos desconocidos, en una solemne sala con sillas talladas y tapicería de rojo terciopelo, presidida por lo que a mí se me antojaba un Cristo inquisidor e inclemente.
Decidí que ya había trabajado todo lo que tenía que trabajar e intenté centrarme en controlar los nervios y a mí, por lo menos, me dio buen resultado. Pero el pasar nervios y tener que gestionar el estrés no acabó con ese examen final, sino que no hacía más que empezar: el programa de inserción para jóvenes intérpretes en Bruselas, el examen de freelance, el primer trabajo en el mercado privado, la primera vez que trabajaba hacia el inglés, la primera consecutiva sobre un escenario, el primer congreso de finanzas… un sinfín de situaciones estresantes, y cada una parecía peor que la anterior. Con los años te das cuenta que siempre vas a tener que hacer frente a la incertidumbre de una nueva interpretación, un nuevo cliente, un nuevo tema, un nuevo compañero de cabina, etc. y aunque la experiencia indudablemente te va dando tablas, van apareciendo otras innumerables fuentes de estrés en tu vida.
Al igual que le ocurre a muchos otros profesionales autónomos, te llegan clientes solicitando presupuestos urgentes con peticiones imposibles, intérpretes que te reclaman documentos que no llegan, tienes que organizarte los viajes, lidiar con Hacienda, y todo ello sin olvidarnos de la familia. Al final, no queda más remedio que encontrar maneras de no sucumbir a la locura y acabar histérica, malhumorada y contracturada.
En este sentido, una de las primeras cosas que podemos hacer por nuestra salud es intentar adoptar una buena postura cuando trabajemos, bien sea sentados en la cabina, bien sea en casa ante el ordenador. Hay que procurar tener la pantalla a la altura correcta, no encorvarnos ni encogernos de hombros e intentar levantarnos de la silla cada cierto rato, tanto para favorecer la circulación como para dejar descansar la vista.
Así mismo, es esencial practicar algún tipo de deporte. La gama de actividades en la actualidad es amplísima, a mí en concreto me gusta el Pilates, porque ayuda a fortalecer sobre todo la musculatura interna de la espalda y abdomen, fundamentales para poder mantener con menor esfuerzo una postura equilibrada y evitar así muchos dolores de espalda. Sin embargo, con la vida itinerante que a menudo llevamos, hay épocas en los que no logramos seguir ninguna clase programada en un gimnasio; en estos periodos hay que buscar formas de no dejar de movernos y acabar doblegados por las lumbalgias: unos estiramientos en casa (o en el hotel) o simplemente salir a caminar a paso ligero nos pueden ayudar en estos casos. No es tan importante el tiempo que le podamos dedicar, como el hecho de hacerlo con asiduidad.
Las contracturas son otro de los problemas de salud que a menudo nos acechan, las causas pueden ser múltiples, pero, además de problemas posturales, con frecuencia se originan en un exceso de tensión en la zona de los hombros y el cuello debido al estrés mal gestionado. Las contracturas normalmente hacen su aparición de forma insidiosa: un día te notas un poco cargada de hombros, pero no haces nada al respecto; al cabo de unos días te empieza a doler un poco, pero sigues sin hacer caso porque estás muy ocupada y no puedes dedicar tiempo en ese momento a estirar ni a hacer ejercicios de relajación y, antes de que te des cuenta… ¡ZAS! ya tienes una contractura de caballo que te llevará mucho más tiempo quitártela a base de medicación y de ejercicios que si hubieras puesto remedio a tiempo.
El estrés es una reacción fisiológica natural en el ser humano: ante una situación desconocida o amenazante, un posible depredador, el cuerpo está programado para prepararse para “Huir o luchar”. Esta reacción está ampliamente descrita y no se trata de explicarla aquí. Yo creo que es imprescindible sentir cierto grado de “estrés” para poder interpretar bien, ya que te ayuda a estar alerta, pero lo que sí que es cierto es que si el estrés es excesivo puedes acabar bloqueándote. Y si vivimos en un estado de estrés de intensidad moderada pero de presencia constante, acabamos con contracturas entre otros males.
Así mismo, es esencial practicar algún tipo de deporte. La gama de actividades en la actualidad es amplísima, a mí en concreto me gusta el Pilates, porque ayuda a fortalecer sobre todo la musculatura interna de la espalda y abdomen, fundamentales para poder mantener con menor esfuerzo una postura equilibrada y evitar así muchos dolores de espalda. Sin embargo, con la vida itinerante que a menudo llevamos, hay épocas en los que no logramos seguir ninguna clase programada en un gimnasio; en estos periodos hay que buscar formas de no dejar de movernos y acabar doblegados por las lumbalgias: unos estiramientos en casa (o en el hotel) o simplemente salir a caminar a paso ligero nos pueden ayudar en estos casos. No es tan importante el tiempo que le podamos dedicar, como el hecho de hacerlo con asiduidad.
Las contracturas son otro de los problemas de salud que a menudo nos acechan, las causas pueden ser múltiples, pero, además de problemas posturales, con frecuencia se originan en un exceso de tensión en la zona de los hombros y el cuello debido al estrés mal gestionado. Las contracturas normalmente hacen su aparición de forma insidiosa: un día te notas un poco cargada de hombros, pero no haces nada al respecto; al cabo de unos días te empieza a doler un poco, pero sigues sin hacer caso porque estás muy ocupada y no puedes dedicar tiempo en ese momento a estirar ni a hacer ejercicios de relajación y, antes de que te des cuenta… ¡ZAS! ya tienes una contractura de caballo que te llevará mucho más tiempo quitártela a base de medicación y de ejercicios que si hubieras puesto remedio a tiempo.
El estrés es una reacción fisiológica natural en el ser humano: ante una situación desconocida o amenazante, un posible depredador, el cuerpo está programado para prepararse para “Huir o luchar”. Esta reacción está ampliamente descrita y no se trata de explicarla aquí. Yo creo que es imprescindible sentir cierto grado de “estrés” para poder interpretar bien, ya que te ayuda a estar alerta, pero lo que sí que es cierto es que si el estrés es excesivo puedes acabar bloqueándote. Y si vivimos en un estado de estrés de intensidad moderada pero de presencia constante, acabamos con contracturas entre otros males.
Hay muchas formas de intentar controlar el estrés, a mí me va bien practicar el yoga. Con el yoga, no solo trabaja tu cuerpo, sino, sobre todo, aprendes a centrarte en lo que estás haciendo sin dejar que todos los demás pensamientos invadan tu mente y te acaben abrumando. Los ejercicios de meditación también son útiles para poner en su sitio al estrés: si logramos desconectar de la locura, aunque sea sólo por unos minutos, luego podemos pensar de una forma mucho más racional y ordenada y, en ocasiones, las respuestas que antes te eludían de repente aparecen de la nada. La meditación a menudo está rodeada de un halo de misticismo, y debo decir que no me resulta fácil de aprender, pero el libro Teach Yourself to Meditate de Eric Harrison me está resultando muy útil por su enfoque directo y práctico, con muchos ejercicios que se pueden realizar en pocos minutos. Eso sí, como para casi todo en esta vida, hay que ser constante.
En esencia, se trata de encontrar maneras de rendir en el entorno exigente y cambiante de la vida moderna, sin que eso nos cueste la salud. Ya lo dicen: más vale prevenir que curar.
En esencia, se trata de encontrar maneras de rendir en el entorno exigente y cambiante de la vida moderna, sin que eso nos cueste la salud. Ya lo dicen: más vale prevenir que curar.
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