Algo que los intérpretes no agradecemos lo suficiente son las ocasiones que se nos brindan de vez en cuando de conocer a personas de una dilatada trayectoria profesional en el mundo del cine, la música, las artes...
Yo tuve la inmensa suerte de interpretar a la mayoría de entrevistados no hispanoparlantes que desfilaron por el programa de entrevistas “Lo + Plus” de Canal + desde 1995 hasta 2005. Antes de comenzar el programa solía visitar al invitado en el camerino para intercambiar algunas palabras de cortesía y explicar brevemente cómo funcionaba el asunto de la interpretación. Sabía por experiencia que la mayoría de los invitados desconfiaban de la simultánea ya que –según me contaron muchos de ellos– habían vivido situaciones nefastas: pérdida del “pinganillo” en medio de la entrevista, imposibilidad o dificultades para oír al intérprete porque la voz de los presentadores se amplifica en el plató. El principal temor era, pues, quedar como idiotas si algo de eso ocurría. Mi función durante esa breve conversación era tranquilizarles, intentar que hablaran de manera natural y espontánea y que no se agobiaran.
El 22 junio de 1999 el invitado del programa era el escritor británico Magnus Mills, que acudía a presentar su opera prima, finalista del prestigioso “Booker prize”, una desternillante novela llamada “The Restraint of Beasts” (Flamingo 1998) y traducida al español como “El encierro de las bestias” (Muchnik 1999).
Mi consabida visita previa en el camerino fue breve, pero al finalizar el programa coincidí con él de nuevo en la salida y volvimos a pegar la hebra. Después de hablarme de su anterior profesión de conductor de autobuses y de instalador de alambradas (como los protagonistas de su novela) descubrimos que teníamos una afición común: la natación. Eso nos hizo pasar un agradable rato de animada charla hasta que su agente le hizo la señal inequívoca de que tenían que marcharse. Pero antes de irse Magnus tuvo el detalle de obsequiarme y dedicarme un ejemplar de la traducción española de su novela.
Me la leí de una sentada y confieso que me decepcionó sobremanera. Según me adentraba en la novela, me costaba creer que ese tío tan salado y ocurrente hubiera escrito lo que tenía en mis manos: un bodrio sin gracia alguna de sorprendente pobreza léxica, con incoherencias en la trama, frases mal redactadas y pésimas descripciones.
Enseguida empecé a observar numerosos errores de traducción, aun sin cotejar con la versión original. De modo que dejé de leer y decidí hacerme con la novela en inglés. Tardé cierto tiempo en conseguirla, puesto que en aquel entonces no existía Amazon (ni siquiera se usaba Google: el principal motor de búsqueda era Altavista), pero gracias a mi amiga Beatriz García Ríos, traductora y encargada de compras de libros ingleses de La Casa del Libro conseguí obtenerlo en un razonable plazo de un par de meses. Cuando por fin me llegó, la leí del tirón y mis expectativas se cumplieron sobradamente. La versión original en inglés era fresca, chispeante y con mucha guasa. Pero lo más importante: las incoherencias no estaban en el original. Justo la novela que me esperaba de ese tipo tan cachondo había conocido meses antes.
Volví a la versión española y la terminé para ver qué era lo que fallaba, aunque esta vez cotejándola con el original. Me tomé la molestia de hacer un listado de algunos errores de traducción y traducciones poco afortunadas. Dejo al lector el cuidado de examinar la lista aquí. He incluido algunos comentarios pero he dejado otros en blanco porque considero que es un excelente ejercicio para estudiantes del grado de Traducción/Interpretación, si se quieren ejercitar en las labores de revisión. Dejad vuestros comentarios, por favor.