Por Patrícia Lluch, AIB
Nueve meses después del inicio oficial de la crisis de la Covid-19 han cambiado tantas cosas en nuestras vidas y en nuestro trabajo que casi hemos perdido la cuenta: la enfermedad y sus tristes consecuencias, días y días confinados en casa, niños sin cole, comercios cerrados y semanas enteras sin trabajar, dándole vueltas a cómo iba a ser nuestro futuro. De hecho, ¿íbamos a tener un futuro?
Afortunadamente, parece que sí. Salta a la vista que el inmediato ha resultado ser digital, aunque tenemos la esperanza de que en algún momento recupere una parte de su presencialidad. ¿Quién nos iba a decir que en tan poco tiempo nos íbamos a acostumbrar a una forma de trabajar que hasta hace nada nos inspiraba una cierta sorna? Pues ahí estamos.
No sé si atreverme a decir que después de unos meses probando sistemas y participando en sesiones específicas para AIB de las principales plataformas de interpretación remota, la parte técnica ya la tenemos más o menos controlada. Todos sabemos que necesitamos unos buenos auriculares con micrófono, un ordenador moderno, un cable de última generación y una conexión a internet potente. Así, grosso modo. Aunque después resulte que el vecino del tercero decida echar al suelo un baño el día de tu primer trabajo en RSI y tengas que arrastrar todo tu precioso material por el piso huyendo del estruendo. Caso real.
Pero, ahora que el asunto técnico ya está más o menos dominado, lagarto, lagarto... ¿Nos hemos planteado cuál es la "etiqueta Zoom"? ¿Qué impresión estamos dando a nuestros clientes en todo aquello que tiene que ver con nuestra "presencia" profesional en esa reunión, pero no atañe propiamente a la interpretación?
No tengo yo la sensación de que nos lo hayamos planteado mucho, la verdad. De hecho, lo que veo en reuniones de trabajo con clientes o en reuniones con colegas, que, dado que también nos contratan, se pueden considerar también reuniones profesionales, es lo siguiente:
- Problemas de luz: insuficiente (no se ve la cara), contraluz (ídem), cenital (sombras muy poco favorecedoras y pelo que clarea), amarilla o de neón (¡argh!), luz azul de la pantalla y posiblemente reflejada en las gafas (¿dónde están los ojos?).
- Problemas de encuadre: frentes, muchas frentes (¿en serio, no nos miramos nunca para ver cómo salimos?); ángulos ascendentes de 45 grados o más, es decir primer plano de los orificios nasales y del maxilar inferior con sus correspondientes partes blandas -léase papada- y luego techo, meeetros de techo.
- Fondos inadecuados: excesivamente abigarrados, como por ejemplo una biblioteca, que podemos pensar que transmite una imagen intelectual, pero que al mismo tiempo distrae, dado que invita a quien nos ve a intentar descifrar los títulos que leemos (admitámoslo, la curiosidad porteril es una realidad); o demasiado personales y poco profesionales, como un dormitorio o una cocina, microondas incluido. Recientemente vi a alguien en un cuarto de baño -no me lo invento-, y en un momento dado la persona se inclinó y lo que había en una repisa eran dos rollos de papel higiénico.
- Vestimenta inadecuada: no se puede comparecer ante un cliente (no, en el mundo virtual, tampoco) en camiseta y sudadera estilo gamer. No toca, simplemente. El cliente que salga como quiera, que para algo es el cliente, nosotros correctos, por favor.
- Gesticulación y gestos inconscientes: si hablamos a la cámara no conviene gesticular demasiado porque existe algo llamado distancia del sujeto y una mano a 5cm de una cámara se transforma en algo muuy grande y cargante. Tampoco conviene que se nos vaya el santo al cielo y nos mordisqueemos las uñas, nos rasquemos, recoloquemos la tira del sujetador metiéndonos la mano en la blusa... Cuidado, que mientras tengamos la cámara puesta estamos en el aire. Todo el rato.
- Señoras y señores, la barba de dos días y las raíces blancas de un par de meses se ven. Y ahí lo dejo.
Ante este panorama poco alentador y dado que más allá de un sentido común básico no entiendo del tema, me he puesto a leer un poco lo que dicen otros que sí entienden.
La conclusión es que lo que deberíamos hacer para seguir dando a nuestros clientes una impresión profesional (y de paso salir todo los estupendos que podamos) en una videoconferencia o un trabajo en remoto es lo siguiente:
- Sentarnos ante ese ordenador con la misma actitud con que iríamos a una conferencia presencial. Igual de duchados y planchados, aunque un pelín menos vestidos: nadie espera que estemos en casa con americana y corbata, pero un polo o camisa bien planchados no son mucho pedir, ¿no? Para nosotras, un top bonito y vagamente formal quedará perfecto.
Cuidado con los estampados pequeños o rayados, que igual que en televisión harán un efecto moaré un poco mareante. Dicen los expertos que tampoco conviene vestirse de negro, porque resalta las ojeras, o ponerse colores demasiado brillantes o apagados, porque no favorecen. Aconsejan colores muy saturados tipo azul o verde.
- La luz tiene que ser frontal pero tamizada. Lo ideal es colocarse de cara a una ventana con un visillo claro. Si la habitación desde la que trabajemos es interior y no tenemos luz natural habrá que jugar con las lámparas disponibles para salir bien iluminados y conseguir así una buena definición.
Si así no lo conseguimos siempre nos queda la opción de comprar un anillo de luz y jugar con él cual preadolescentes tiktokeras hasta que encontremos la mejor iluminación posible. No se trata de montarse un estudio de televisión en casa, por supuesto, porque suficiente tenemos con lo nuestro, pero un anillo baratito tiene tres temperaturas de luz y diez intensidades y da muchísimo juego.
- Pasemos al encuadre, que debería ser más o menos desde las axilas y haciendo que en la pantalla tengamos un poco de margen por encima de la cabeza. Así los demás nos verán de un tamaño medio y seremos reconocibles. Los expertos aconsejan también subir el ordenador hasta que quede al nivel de la cabeza, o incluso levemente por encima.
- En cuanto a los fondos, los mejores para transmitir serenidad y profesionalidad son los neutros. Puede tratarse de una pared lisa con un cuadro que no distraiga, por ejemplo. Pero si no tenemos a mano un fondo así en casa o el salón está ocupado por el resto de la familia, que al fin y al cabo también vive ahí, podemos utilizar uno virtual.
Zoom ha reducido hace relativamente poco las especificaciones técnicas que hay que tener para poder usar fondos sin una pantalla verde. Ahora cualquier ordenador más o menos moderno nos servirá para ponernos un fondo virtual, pero cuidado, aquí de nuevo conviene elegir uno ni muy brillante (cansan la vista), ni muy apagado (saldremos tristones). Y nada de palmeras al viento, por favor, seamos serios. Hay montones de fondos gratuitos perfectamente correctos que se pueden descargar de internet.
- Un poco de maquillaje tampoco nos vendrá mal, pero tiene que ser ligero y favorecedor. Nada de lápices de labios rojo pasión. Colores suaves y luminosos. Según los que saben, y si nos vamos a poner pejigueros, incluso deberíamos eliminar brillos con una pasada de polvos. Aunque la verdad, para salir 10 minutos en Zoom y luego quitar el vídeo, casi es mejor explorar los Filtros de Vídeo/Efectos de Estudio (Beta) -es decir, maquillaje digital- que ofrece el propio Zoom. Si se eligen opciones moderadas dan el pego perfectamente. Pero atención, si los activamos hay que acordarse de no interponer la mano entre la cámara y la cara, porque el carmín y las cejas quedarán suspendidos en el aire delante de la mano y queda...muy rarito.
En fin, hasta aquí mi pequeño resumen de las principales ideas de los expertos sobre cómo salir profesionales a la par que razonablemente estupendos en una videoconferencia. ¡Espero que alguna os parezca interesante y os resulte útil! Y si no siempre nos queda apagar la cámara.
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