Por Guiomar Stampa, AIB
Me corresponde escribir esta entrada en el año en que AIB celebra su 25º aniversario.
Han pasado muchos años desde aquel 2000 en el que nos reunimos un puñado de jóvenes intérpretes buscando una manera diferente de hacer las cosas en el mercado de la interpretación. Un mercado que empezaba a cambiar: aparecían los intermediarios, los intérpretes empezaban a perder el reconocimiento profesional del que habían gozado en los grandes congresos internacionales, y las reglas que imperaban no nos terminaban de convencer. Entendíamos que no garantizaban un reparto justo del trabajo, ni aseguraban que todo el mundo pudiera ganarse la vida dignamente con esta profesión que tanto queremos.
Ese fue, en esencia, el ideal que nos llevó a constituir AIB.
Nos costó encontrar la fórmula adecuada: ¿seríamos una asociación, una agrupación, una secretaría de intérpretes? Lo que teníamos claro era que lo comercial no era lo que más nos motivaba. Queríamos unirnos para ser más fuertes y, sobre todo, para sentirnos más acompañados en un mercado que se volvía cada vez más difícil.
La historia de nuestros inicios ya la ha contado Edwina
Años después, esa agrupación sin ánimo de lucro —la Agrupación de Intérpretes de Barcelona— se vio obligada, por pura necesidad práctica, a constituir también una sociedad limitada. Esta transformación nos permitió darnos a conocer mejor y ofrecer ciertos servicios que nuestros clientes ya empezaban a demandar. Uno de ellos era poder emitir una única factura en nombre del equipo, en lugar de que cada intérprete presentara la suya por separado. Sin embargo, siempre hemos querido que quienes contratan a AIB sepan, desde el primer minuto, quiénes van a ser los profesionales que prestarán el servicio. Creo que esa es una de nuestras señas de identidad: el reparto justo del trabajo, la solidaridad entre intérpretes y una transparencia absoluta con nuestros clientes.
Aunque, en realidad, no era de esto de lo que quería hablar.
Me toca escribir este blog con el "sombrero" de presidenta, justo el año en que celebramos los 25 años de AIB. Y aún estamos pensando cómo queremos celebrarlo. Lo que sí sabemos es que queremos celebrarnos a nosotros mismos: celebrar que hemos conseguido mantener el espíritu que nos unió, conservar la esencia de lo que es AIB, consolidarnos como una marca de calidad en el mercado de la interpretación, defender los principios de AIIC que nos inspiran y seguir practicando la solidaridad en el reparto de días de trabajo entre compañeros.
Mi afición por los números, las empresas y las finanzas —esas cosas que a muchos colegas les resultan poco atractivas— hizo que durante muchos años asumiera el cargo de administradora y tesorera, primero en la agrupación y después en la SL. Durante todo ese tiempo, nunca quise estar en la junta. No me sentía a la altura. Me parecía que no lo haría tan bien como casi todos los compañeros que han pasado por las distintas juntas de AIB.
Pero en 2021 ya me tocaba. Entré en la junta como vicepresidenta, y poco después me llegó el relevo como presidenta de AIB. Aún pienso que me queda grande ese cargo, pero estoy profundamente agradecida de que me haya tocado justo este año tan simbólico. Un año para celebrar un proyecto que ha sido, en cierto modo, el motor de toda mi vida profesional. Un proyecto en el que creí desde el primer momento en que unas compañeras me lo propusieron, aunque muchas personas de mi entorno no lo vieran claro. Nadie pensaba que esa pequeñísima empresa de intérpretes tuviera muchas posibilidades de llegar a buen puerto.
Y, sin embargo, aquí estamos. Con un modelo asociativo y empresarial muy particular, en el que cada persona arrima el hombro dentro de sus posibilidades y conocimientos. Hemos conseguido hacernos un hueco importante en el mercado de la interpretación y, ahora que cumplimos 25 años, celebramos también la incorporación de nuevos asociados, que se han unido hace apenas unos meses y que ya se integran de forma natural en la vida de AIB. Espero que ellos se sientan tan cómodos como nosotros nos sentimos con su llegada.
Este también ha sido un año de penas, de pérdidas muy grandes. Nos dejó Hugo, uno de los socios fundadores, uno de los Aiberos más entusiastas que hemos tenido. Fue un momento muy duro para todos. Se iba un socio, un colega, pero, sobre todo, un buen amigo. Le vamos a echar mucho de menos.
Félix le dedicó un precioso homenaje en su último artículo, uno de esos textos cultos y entrañables que siempre ha sabido escribir tan bien.
Este blog es un poco un cajón de sastre, casi un gabinete de curiosidades. Quizá no sea lo más comercial que tenemos. Quizá no sea lo que más interese a nuestros clientes. Pero estoy segura de que más de un intérprete se ha acercado a escucharnos, a leernos, a conocer nuestra historia, nuestros valores, o simplemente a compartir nuestras reflexiones: sobre los caminos que llevan a Roma, la inteligencia artificial, la formación —un tema recurrente, porque muchos de nosotros somos formadores de vocación—, la importancia de la voz, el mentoring….Echadle un vistazo. Quizá merezca la pena que, para celebrar estos 25 años, busquemos la forma de recopilar todos esos artículos. Aunque los blogs parezcan ya cosa del pasado, aunque estén en desuso o "caduquen" —no sé cómo lo verán nuestros jóvenes asociados—, ahí sigue estando, acompañándonos. Como me ha acompañado a mí en este ejercicio de memoria, al recordar esta andadura de 25 años.